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Autor:

Enrique

De Frutos

Pascual 


 

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1965. Fuente de lavar con secadero. Carlos Alvarez.
1965. Fuente de lavar con secadero. Carlos Alvarez.

FUENTE DE LAVAR

Una nueva fotografía que inmortaliza un edificio de nuestro pueblo hoy desaparecido, pero que en su día tuvo una grandísima importancia: la fuente de lavar. La fotografía ha sido cedida por Carlos Álvarez, la cual forma parte de un lote que fue encontrado por su hermano en la Diputación y que ya datamos en una imagen anterior como de finales de los años 50, principios de los 60. Esta fotografía fue expuesta en la exposición de 2006 “Oficios del Pasado”, organizada por Enrique de Frutos.

La fuente de lavar se encontraba situada al final de la calle del Caño (llegando a la carretera de Segovia- Valladolid) y haciendo esquina con la calle Roquillo, donde hoy se encuentra un garaje de maquinaria agrícola. La construcción de este edificio debió efectuarse en torno a mediados de los años 40 y, como le comentaba a Enrique su tía María, tuvo una grandísima importancia para las mujeres del pueblo, pues suponía poder lavar en un lugar resguardado. También existía una fuente de lavar anterior en el campo del Ejido (hoy zona del campo de fútbol), pero esta fuente tenía una piedra muy estrecha y lisa y además el agua salía muy fría, pues brotaba de un manantial. Por el contrario el agua del lavadero de nuestra imagen estaba algo más caliente, lo que la hacía especialmente preferida para su uso en invierno, pues este agua llegaba por un tubo subterráneo que iba a lo largo de toda la calle del Caño desde el pilón y desde el caño artesiano, cuya agua se obtenía a través de un sondeo por tubos (esperamos extendernos más sobre este caño en alguna de nuestras próximas imágenes).

Como podemos ver en la imagen, la fuente ocupaba un espacio rectangular, de los que en tres de sus lados se levantaban muros en calicanto cubiertos con cal, dejando así pues uno de sus lados (el sur) abierto con dos pilares, rematados con zapatas, de madera que sostenían una techumbre también de madera cubierta por teja. Hacia 1955, o tal vez algo después, se añadieron en el lado sur unos muretes bajos (como se pueden ver en la imagen), para cortar el viento a las mujeres que se encontraban en el interior, dejando solamente abierto un pequeño espacio para dar acceso. En la imagen vemos ese espacio de acceso a una mujer vestida de negro, mujer a la que no hemos sabido reconocer.

En el interior se podía transitar por todo su alrededor por un pasillo adosado a los muros donde las mujeres colocaban sus rodilleros traídos de casa para arrodillarse a lavar. Así pues, en el centro quedaba una gran (llamémoslo) “piscina”, la cual estaba llena de agua surtida por el caño que quedaba al lado este (el orientado hacia el pueblo), del que continuamente salía un buen chorro de agua. En el lado opuesto el agua salía por un orificio que se deja intuir al exterior resaltado en la zona baja del muro, como se puede observar en la imagen. Esta “piscina” quedaba dividida para diferenciar dos zonas de lavado por un pequeño murete horadado en su centro que favorecía el tránsito del agua. Por todo ello el fluir del agua de este a oeste en este lavadero era continuo. La “piscina” contaba en todo su perímetro interior con piedra de granito, más ancha que la del Ejido y con un relieve mucho más marcado, como el de las tablas de lavar que se utilizaban en casa para prendas de menor envergadura, y que ayudaba a frotar mejor la ropa.

El uso del lavadero estaba perfectamente establecido: primero se enjabonaba la ropa, con el jabón que cada uno elaboraba en su casa, en la zona del oeste, la que se desaguaba más rápidamente, y luego era aclarado en la zona del este, por donde llegaba el agua limpia desde el caño y que, por el fluir continuo del agua, se llevaba el jabón a la zona el oeste y, por tanto, al desagüe. Si en alguna ocasión alguna mujer enjabonaba en la zona del este, las otras mujeres se encargaban de recriminarla, pues el jabón y la suciedad que desprendía echaban a perder su trabajo. Una vez terminado el aclarado, la ropa se tendía en las eras, en la parte delantera de la fuente. En los días calurosos las mujeres, una vez lavadas las sábanas, las daban jabón y las tendían al sol para que blanqueasen, regándolas de vez en cuando con un poco de agua. Allí tendidas, las sábanas también adquirían cierto olor a la hierba fresca.

Pero este lugar no solo era un centro de lavado, sino que también se convirtió en un lugar de reunión para las mujeres del pueblo, un lugar muy concurrido donde no faltaba quién para echar una charla. En muchas ocasiones las mozas de una misma cuadrilla, a partir de los 15 ó 16 años, se reunían allí para realizar sus tareas de lavado y además pasar un rato de charla y diversión con las amigas. Existía por aquel entonces una tradición de cortejo francamente curiosa: los mozos que pasaban por allí y veían a la chica que les interesaban se acercaban para pedirla que les lavase el pañuelo. Si aceptaban, significaba que ella también estaba interesada por él.

 

Con la llegada de la lavadora automática a los hogares, el uso del lavadero poco a poco se fue abandonando, pasando a un lamentable estado de suciedad y ruina. Por los años 80 se desmantelaron su techumbre y sus muros, quedando como único recuerdo el “vaso de la piscina” con su piedra para lavar. A mediados de los 90, debido a una serie de circunstancias que no vienen al caso, se levantó la ya comentada nave que hoy la sustituye, borrando por completo aquel edificio que tanto significado tuvo en otra época. En otros lugares sí que han conservado sus lavaderos como un edificio emblemático del pueblo. Valga como ejemplo cercano la fuente de lavar de San Martín, muy similar a la nuestra. Por el contrario, nosotros no supimos conservarlo ni valorarlo en su debido momento.