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1967. San Cristobal. María José Olmos
1967. San Cristobal. María José Olmos

SAN CRISTÓBAL

Este fin de semana se celebra en nuestro municipio la festividad de San Cristóbal, patrón de los conductores, y, como venimos haciendo últimamente, queremos relacionar esta próxima festividad con una fotografía del pasado, recordando sus orígenes, que este año cumplen 50 años. En este caso, os dejamos una imagen, cedida por María José Olmos, de la primera reina y sus damas elegidas para la fiesta de San Cristóbal, tomada a finales de los años 60.  

Según la leyenda, San Cristóbal era un gigante que, orgulloso de su fuerza, se propuso servir al rey más poderoso del universo. Primero sirvió a un monarca, pero al advertir que éste temía al diablo le abandonó. Pasó al servicio de Satán, el cual, un día, simplemente al ver una cruz en un cruce de caminos fue derrotado, por lo que, decepcionado, también le abandonó. Aconsejado por un ermitaño, se comprometió a servir a Cristo y, para complacerle, ayudaba a pasar a los peregrinos y viajeros que querían cruzar un tramo muy peligroso de un río. Un día apareció un niño que quería cruzar y San Cristóbal se le echó al hombro. A medida que avanzaba, aquel pequeño niño cada vez pesaba más y, con dificultad, consiguió llegar a la otra orilla del río. Entonces el niño misterioso se dio a conocer como Cristo, soberano del cielo y la tierra, y la razón por la que a San Cristóbal le pesaba tanto era porque había llevado sobre sus hombros el peso del mundo. Para probárselo, le dijo a San Cristóbal que plantara su cayado en la tierra, que enseguida se convirtió en una palmera datilera cargada de frutos, con la que suele ser representado. Este santo tuvo durante toda la Edad Media una gran devoción. Solía representarse en grandes murales pintados al exterior de las iglesias (en el interior de la iglesia de San Millán de Segovia todavía se conserva una de estas representaciones), pues se decía que el día que veías a San Cristóbal no morías repentinamente. También a él se advocaban los peregrinos y viajantes para que les protegiese de los viajes difíciles. A finales del siglo XV este santo fue perdiendo devoción y, con el Concilio de Trento, desapareció su culto, pues la Iglesia dejó de reconocerlo como santo. A mediados del siglo XX su devoción volvió a resurgir con mucha fuerza, pues fue adoptado por los automovilistas como su patrón. Por ejemplo, en el barrio parisino de Javel, donde tuvo su origen la fábrica de la Citroën, la iglesia fue puesta bajo su advocación.

En Navalmanzano la primera vez que se celebró la fiesta de San Cristóbal fue el 10 de julio de 1962. La razón por la que se empezó a celebrar fue porque Rufino Hernández, el Serranillo, en uno de sus viajes a Íscar, vio como celebraban allí esta fiesta dedicada a San Cristóbal y pensó que sería buena idea celebrarlo también en su pueblo. Por ello, convocó a unos cuantos que por aquel entonces contaban con vehículos como Inocente Muñoz, Ángel Otero, Joaquín Maestro y algunos más, cuyos nombres se nos escapan, para organizar esta fiesta. El primer año la fiesta fue muy simple: una misa, pasearon con los coches por las calles y por la tarde iban con una cuba con limonada en camión repartiéndola por todo el pueblo. Al año siguiente decidieron comprar un santo y, por discrepancias con el cura de entonces, don José, éste no le bendijo, por lo que tuvieron que ir a por el cura de Pinarejos para que hiciese la misa y la procesión. Por esas discrepancias con el cura, los primeros años la imagen del santo estaba guardada en la sacristía y no expuesta en la iglesia.

Poco a poco, la fiesta fue tomando más y más cuerpo y presencia en nuestro municipio, pasando de ser unos pocos los que participaban a llegar a contar con más y más socios cada año. En un principio se celebraba en su día, el 10 de julio, pero, a principios de los años 90, pasó a celebrarse en sábado, pues era más cómodo para los trabajadores. En el año 2000 la cofradía de San Cristóbal se formalizó como asociación cultural, convirtiéndose en la más grande de nuestro pueblo, contando actualmente con más de 600 socios.

En los primeros años la fiesta no contaba con reina y damas, tuvieron que pasar unos seis o siete años para que se proclamasen las primeras. Éstas eran elegidas la noche de antes para presidir los actos que se celebraban el día 10, tradición que se ha mantenido. La primera reina que se eligió en San Cristóbal fue María José, la de Artemio, situada en el centro de la imagen y que va acompañada de sus damas Dora, la de José, y Marisa, la de Albano, a su derecha y a su izquierda Henar, la de Adalberto, y Paquita, la de Joaquín. Junto a ellas encontramos personajes pertenecientes a la cofradía, familiares de la reina y las damas y otros personajes del municipio. Hemos sabido identificar a Virgilio, el sacristán, Faustina, la madre de María José, Rafa, Inocente, Florentino, Camilio, y, subido a la ventana, Tomás, el de Joaquín. Todos ellos se encuentran acompañando al santo frente a la iglesia, a la sombra de la casa de Santiago Cherete (hoy parte del ayuntamiento), preparados para ver pasar la procesión de vehículos que iban a ser bendecidos, al igual que ahora, lo que pasa que ha cambiado su ubicación, pues tras ser construida la ermita dedicada al santo junto a la carretera CL-601 Segovia- Valladolid en el año 2005. Estos vehículos (coches, camiones, tractores, motos, e incluso, bicicletas) se limpiaban por la mañana con esmero para que quedasen impecables, e incluso muchos se adornaban. Las bicicletas eran las primeras en pasar por delante del santo, adornadas con papelillos de colores que eran realizados por los propios chavales.

Tras la procesión, se iba al “lunch” que se celebraba en los primeros años en las antiguas escuelas del pueblo, donde hoy está la farmacia. Allí se disfrutaba de una fresca limonada acompañada de un pincho de queso, jamón o gambas. Unos años más tarde se trasladó esta celebración a las otras escuelas (donde hoy está el centro médico), luego al parque, a la pista de los Chopos, la MANDEM, algún año en las paneras, en las naves de las fresas, etc. Como podemos ver, la movilidad del lugar donde se celebra el lunch no es cosa de ahora, cambiando debido a las necesidades para alojar a la gente que acude a la fiesta.

 

Por la tarde, se procedía a jugar las partidas de cartas y el campeonato de pelota, que suponía un gran atractivo para los pueblos de alrededor. Por la noche se premiaba a los campeones, a modo de fin de fiesta, aunque la verbena todavía se prolongaba un poco más.