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Autor:

Enrique

De Frutos

Pascual 


 

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LA CRUZ DE MAYO

La Cruz de Mayo, una fiesta que antaño tuvo una gran importancia. Por eso, vamos a rememorar este día a través de nuestro archivo fotográfico, publicando esta semana no solo una fotografía, sino cuatro que nos aproximarán a la celebración de esta fiesta en los años de 1960..

La fiesta de la Cruz de Mayo conmemora a Invención de la Santa Cruz por Santa Elena y su entrada a nuestro país llegaría a través del Imperio Romano. No se conoce la fecha exacta de cuándo comenzó a celebrarse en nuestro pueblo, pero seguramente ya se celebrase antes del siglo XVIII, momento en el que comienza a aparecer mencionada en otros lugares.

El lugar elegido para celebrar esta fiesta es la ermita de Santa Juliana, ubicada en una de las colinas próximas al pueblo. Muchas son las leyendas sobre esta ermita, como que estaba custodiada por unos monjes que anochecieron y no amanecieron, que existían unas bodegas donde guardaban el vino que no aparecen por ninguna parte, etc. La imagen que aquí os dejamos del interior de la ermita ha sido cedida por Juana Pascual y fue tomada en los años sesenta. Debido a la mala iluminación de la ermita (tanto por luz natural como artificial) vemos como la foto está muy sobreexpuesta, lo que potencia más los relieves del retablo y nos hace detenernos más en ellos, en especial en las cabezas de angelotes de la parte superior y del banco y los roleos de la zona superior. El  origen de esta construcción, aunque no existe una fecha exacta, está en el siglo XIII, dentro del impulso constructivo del románico del ladrillo o mudéjar que se desarrolló en este momento en la Tierra de Pinares. Se trata de una construcción muy sencilla, de cabecera rectangular (más propio del periodo prerrománico, pero que pervive en muchas ocasiones en la arquitectura rural), sin ningún vano que ilumine, arcos ciegos de medio punto en la zona inferior del muro y cubre con bóveda de cañón ligeramente apuntada con arcos fajones también apuntados, que nos puede indicar una fecha avanzada en su construcción, más cercano al gótico. Se utiliza el calicanto reforzado en las esquinas y en los arcos con ladrillo unidos a través de una argamasa de un grosor mayor que el ladrillo que, además de crear una bella bicromía entre el blanco y el rojo, nos indica los escasos recursos económicos para su construcción. Hoy podemos ver esta combinación del ladrillo y la argamasa, pues tras una de sus restauraciones ha sido descubierto al eliminar el revestimiento que vemos en la imagen y que en muchas ocasiones imitaba la piedra, como por ejemplo en el exterior de nuestra iglesia. Al fondo, presidiendo la cabecera, está el altar mayor que, al parecer, se firmó su contrato de ejecución en 1683 y estaba destinado en su origen a la antigua iglesia de nuestro municipio.  Sus abundantes elementos algo “recargados” nos hablan de un barroco de tipo cortesano, mientras que los de nuestra iglesia corresponden a un barroco con un aire más clásico, pero la distribución de este altar se puede comparar con los altares en los laterales de la nave de nuestra iglesia: dos imágenes exentas colocadas en los laterales, otra en el centro en una hornacina y remata con una pintura, aunque en este caso ha sido sustituida por una imagen de los santos niños Justo y Pastor, patronos de nuestro municipio. Las imágenes de estos laterales corresponden a Santa Juliana (derecha), titular de la ermita, y a una virgen kiriotisa que, aunque este modelo es más característico de época románica, pertenece ya al estilo gótico. En el centro está la imagen del Bendito Cristo de Santa Juliana, talla del siglo XVI, a la que se tiene especial devoción en el pueblo. Sobre este Cristo hablaremos más detenidamente en una nueva imagen que esperamos publicar próximamente. Los fondos tras el Cristo y los santos niños están pintados con cortinajes a modo de trampantojo, unas pinturas que actualmente desaparecido, pues tras el Cristo ahora existe una pintura de la ermita sobre la colina realizado ya hace unos años por Amadeo Olmos y tras los santos ahora existe una simple cortina roja. La mesa de altar aún no está separada del resto del altar, algo que nos indica que aún no se había clausurado el Concilio Vaticano II. En 1950 se realizó una reforma en la que se añadió la nave al oeste, donde ahora se sitúan los bancos. Se trata de una arquitectura muy sencilla con dos ventanas de arco escarzano que iluminan el templo. A la altura de estas ventanas había unas vigas de madera que iban de lado a lado de la nave, pero un año en la Cruz de Mayo vieron que estorbaban a la entrada de los pendones por lo que se vieron en la obligación de cortarles y, para que no se moviese la estructura, se añadieron los contrafuertes que se han convertido en algo ya característico. Anteriormente esta ermita disponía de un pórtico, donde se han hallado enterramientos.

El día de la Cruz de Mayo era un continuo subir y bajar del pueblo a la ermita. Primero se subía por la mañana con la rogativa, que iba acompañada de los pendones y la manga, para celebrar en la ermita la misa mayor. La gente se ponía sus mejores galas e incluso estrenaba alguna prenda, pues daba buena suerte. Un buen ejemplo de cómo se asistía a esta misa la tenemos en la imagen de Luis, Juanjo y Elisa, que, como era normal, lleva el velo en la cabeza para entrar al templo. Tras la misa se bajaba a comer a casa y por la tarde continuaba la fiesta a lo grande. Todos subían nuevamente a la ermita a la última de las novenas al Bendito Cristo acompañados de la orquesta de música. Tras esta novena había una gran verbena en la explanada al norte de la ermita y la gente extendía las mantas en torno a la ermita y por la cuesta y sacaba la merienda que solía consistir en una tortilla con una tajada de chorizo. Eran muchas las cuadrillas de amigos que merendaban juntos, como la que vemos en la imagen cedida por Ilde, de 1962, en la que aparecen el propio Ilde, Narciso, Teo y José. Por allí andaba el señor Manazas de Fuentepelayo, portando a sus espaldas un bidón lleno de obleas. También en éste era un buen momento para hacerse un retrato junto a una cruz, como hizo Eusebio. El día de la Cruz de Mayo, junto con los días de San Isidro y San Roque, eran los únicos días en los que venía el fotógrafo, de Sanchonuño, razón por la cual se conservan muchas fotografías de estos días. Cuando caía la tarde se bajaba igualmente con la música al pueblo. La orquesta se colocaba en el balcón del ayuntamiento para amenizar la velada, hasta las doce de la noche aproximadamente, y la gente bailaba alrededor del mayo, colocado en el centro de la plaza mayor por los quintos, tradición perdida en nuestro pueblo, pero que en otros lugares se ha sabido mantener, como en Zarzuela del Pinar, y que se solía traer desde Temeroso. Tras esta verbena, los que tenían todavía fuerzas, iban a echar los últimos bailes al salón de Farruco. 

 

Este año, aunque de una manera algo diferente, iremos nuevamente a la ermita, a la misa y a la novena, bailaremos y merendaremos, aunque el tiempo parece que no nos va a dejar sentarnos en la cuesta de Santa Juliana. Os esperamos a todos. 

1960. altar santa julian. Juana Pascual
1960. altar santa julian. Juana Pascual