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1957. Niños en el rio. Emilio Olmos
1957. Niños en el rio. Emilio Olmos

NIÑOS EN EL RIO (ARROYO MALUCAS)

Hoy os dejamos una imagen, además muy veraniega, de estos niños bañándose en el arroyo. La fotografía, muy deteriorada, ha sido cedida por Tere Arranz y fue tomada en julio de 1957 por Miguel Otero Cañas.

Miguel, aunque procedía del pueblo, pues sus padres eran de aquí, con casa en la calle Fuentepelayo haciendo esquina con la calle Arriba (sustituida en 2003 por una nueva construcción), vivía en Madrid y bajaba a veranear al pueblo con su familia todos los veranos. Como era lo normal, los madrileños bajaban con novedades que en el pueblo no se tenían y mientras que aquí había que esperar a las fiestas para que bajase un fotógrafo para retratarse, él contaba con su propia cámara fotográfica. En la imagen están presentes dos de los hijos de Miguel, Tere y José Miguel. José Miguel es el niño que se esconde entre las hierbas y que, debido a un defecto de la imagen, tiene una mancha negra en el hombro. De todos los presentes, éste era el más pequeño con unos seis años. Su hermana Tere es la niña morena de las trenzas, que tenía 7 años y que viste un bañador. A Tere la gustaba bajar mucho al pueblo, donde se lo pasaba muy bien, pero dejó de bajar debido a que con 21 años ingresó como monja de clausura en el convento carmelita de la Aldehuela en Getafe, donde aún vive muy feliz.

Los niños que les acompañan eran sus vecinos (y amigos) en la calle Fuentepelayo. En el centro se encuentra Luis “Barberillo”, hijo del barbero, que vivía junto a su casa. Como se puede intuir, éste era el más mayor, que ya contaba con 11 años. Los otros dos niños que nos quedan son los hermanos Tere (la de las trenzas rubias) y Luis Arranz (al que agarra el otro Luis), con 9 y 7 años respectivamente. Estos vivían justo enfrente de la calle Arriba, así que todos vivían concentrados en el mismo punto de la calle, lo que les había hecho buenos amigos y estaban muy unidos.

Casi todas las mañanas de julio Miguel cogía a sus hijos y a estos niños y les llevaba al Soto para refrescarse en uno de los bodones o balsas formadas con piedras en el arroyo Malucas, en este caso un poco más abajo del caño en dirección al pueblo. Estos bodones eran muy concurridos los domingos por la tarde, pues era cuando se aprovechaba para darse un chapuzón y refrescarse en el caluroso verano. A diario era menos frecuente que se fuese, porque había que trabajar. Por eso, estos niños eran unos “auténticos privilegiados”. Tras el baño en el arroyo, se secaban mientras jugaban por el pinar. Al hacerse mayores, dejaron de ir, pues había que hacer otras cosas, pero como bonito recuerdo de esos días de verano, aún queda esta imagen.